Marco A. Santivañez Soria
Periodista
Me quedo con las lágrimas de Miguelito, con las ganas de cada uno de los jugadores y con las palabras de Marcelo Bielsa, quien admitió la superioridad de Bolivia en el compromiso frente a Uruguay.
Nadie nos dijo que sería fácil, nadie nos aseguró que llegaríamos al Mundial 2026. Es más, cuando Óscar Villegas asumió la conducción de la selección, fue claro al decir que no era Mandrake para prometer la clasificación a la Copa del Mundo, pero sí se comprometió a trabajar y a cambiar la mentalidad del equipo.
El cochabambino tomó una papa caliente: una selección con una sola victoria en las eliminatorias y dos técnicos anteriores que nunca hicieron algo para cambiar el rumbo del cuadro nacional. Un equipo que deambulaba por el contexto internacional, con la mayor racha sin victorias fuera de casa y convertido en una canasta donde le depositaban goles desde todos los sectores.
Sin embargo, esta selección dirigida por Villegas ha mostrado otra dinámica de juego. Es un equipo con hambre, con juventud, con ganas de triunfar y alcanzar la gloria de llegar a un Mundial. Todavía hay esperanza de lograr el pase o, al menos, disputar el repechaje mundialista.
Soy enemigo de las matemáticas, pero la ilusión me hace agarrar la calculadora. Los dos próximos compromisos son contra rivales directos. Primero, Venezuela, que está un punto por encima de nosotros, pero futbolísticamente a la par de la «Verde». Luego, Chile, nuestro eterno rival, al que ya derrotamos en el Nacional de Santiago y al que podemos volver a vencer en el Gigante de Villa Ingenio.
Nada está perdido. Soy realista: este proceso está pensado para el próximo Mundial. Pero me ilusiona la posibilidad de una alegría en esta eliminatoria.
Bielsa lo dijo claro: hay chicos con muy buen pie, jóvenes, y este cambio generacional dará frutos poco a poco. Y es cierto: hay talento, hay juventud, y pocos equipos cuentan con tantos jugadores zurdos capaces de desequilibrar un partido.
¿Qué nos falta? Simple: creer mucho más en nosotros. Dejar de ver a los rivales como inalcanzables. Seguir adelante con la identidad de juego que hoy está apareciendo.
Esta selección nos está haciendo olvidar a las viejas glorias y a aquellos jugadores que nunca creyeron en sí mismos, que vieron en la «Verde» solo una oportunidad para asegurarse un buen dinero en el año.
Se viene la primera gran final de las cuatro que nos quedan por disputar. Estoy seguro de que lograremos el pase al repechaje. Y si no sucede, habrá que seguir trabajando para el próximo Mundial.
Me ilusiono, pero soy realista.
¡Fuerza, Bolivia