En un partido de todos los tiempos, de medias bajadas, prórroga, épica y grandeza, España escribe una página inolvidable. Un salto con la pértiga de Merino selló una tarde histórica en la que Dani Olmo hizo un partido para contar.
El gol del pivote en la prórroga se une a los de Maceda, Fernando Torres y Puyol, cuatro victorias eternas ante Alemania en el calendario del fútbol español. Stuttgart entra en el mapa de las grandes gestas de la selección. Faltaba una valla, la de acabar con un equipo anfitrión, pero la España de Luis de la Fuente no negocia con la palabra imposible.
En la cartelería se presentaba un desafío monumental de los que se recuerda para siempre. Eliminar a Alemania en Alemania, palabras mayúsculas en el diccionario del fútbol, es meter mano a Brasil en Maracaná o sacudir a los Celtics en Boston.
Pocos segundos bastaron para augurar un partido de tibia fuerte. Kroos, el Ipad del grupo alemán, tuvo unos ‘minutos Augenthaler’. En una falta en el centro del campo un rodillazo dañó a Pedri. En la siguiente acción pisó a Lamine. El colegiado Anthony Taylor desempolvó el reglamento de los años 70 para ahorrarse tarjetas.
En estado de shock ambiental Dani Olmo entró por Pedri. Empezaba un partido nuevo desde el respeto a la pizarra. Gündogan, en un papel inédito, perseguía por todo el campo a Rodri. Emre Can, la novedad del bloque alemán por Andrich, se ocupaba de Fabián para fabricar el cortocircuito en el juego español.
Con los dos cocineros españoles tapados había que bandear hacia Nico Williams para el que no hay ataduras cuando se trata de jugar al fútbol. El extremo sabía arrugar la cintura de la defensa alemana, con tiritas desde que Rüdiger viera la amarilla por taponar a Olmo.
Tras los minutos de refriega la respuesta alemana fue temible. Kimmich entraba por la banda derecha cuando Nico Williams se despistaba. El lateral, que también sirve de pivote, mandaba pases de portada a Havertz, pero el juego aéreo del delantero del Arsenal no es el de Hrubesch, aquel tanque de los 80 que remataba ‘Pirris’.
El partido viró hacia la gloria en unos instantes del segundo acto. Lamine Yamal sacó la máquina de coser en el área. En la primera le cedió un gran balón a Morata, pero el ariete empaló alto a dos metros de Neuer. En la segunda el pase fue a Dani Olmo, uno de los mejores llegadores del fútbol europeo, que raseó fuera de la guantera de Neuer.
Nagelsmann tiró el piano por la ventana. Miró al banquillo y metió a Füllkrug, la fiera del área del Dortmund. Se repetía el duelo de la final de Champions en el duelo con Nacho, que había sustituido por precaución a Le Normand. Alemania, al estilo de las emboscadas de siempre, comenzó un asedio interminable. Füllkrug remató al poste mientras los cardiólogos empezaban a no coger más clientes.
Con el reloj cuesta abajo De la Fuente ya había quitado todo su material ofensivo principal. Un riesgo grande si se llegaba a la prolongación. España, con la bombona de oxígeno, tenía en la nuez a Alemania y Wirtz llevó el partido a la prórroga cuando solo se vivía cerca de Unai Simón.
En la prórroga se necesitaban héroes. Dani Olmo iba sin cadena mientras Taylor parecía un nativo de Hamburgo. Un centro del interior terminó en un cabezazo de Mikel Merino, una manera inigualable de romper libros de historia.
Vía Marca